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Fascitis plantar y Osteopatía

Los pies son una estructura compleja formada por 26 huesos, 16 articulaciones y 107 ligamentos, que les confieren movilidad y nos ofrecen la estabilidad necesaria para la bipedestación. Son una de las partes mas importantes de nuestro cuerpo ya que forman la base de nuestra pirámide corporal. Aun así, los pies son los grandes olvidados.


Una de las dolencias mas comunes y de la que la mayoría hemos oído hablar o la hemos sufrido, es la fascitis plantar. Si bien es cierto que ciertos colectivos son mas propensos a sufrir esta dolencia, como las personas que habitualmente practican deporte, usan calzado con grandes tacones o suelas lisas y blandas o tienen pies planos entre otros, también el resto de la población podemos padecerla independientemente de la actividad física que tengamos y el calzado que usemos, sobre todo a partir de los 45 años.

No usar calzado que se adapte a nuestro pie y pisada nos traerá problemas antes o después.
Calzado inadecuado. "Antes muerta que sencilla".

En verano es una de las lesiones mas comunes, en mayor medida debido a la costumbre de caminar con calzado inadecuado (chanclas) que poco o nada se adapta a la fisonomía de nuestros pies.


Entendemos por fascitis plantar la inflamación de la fascia* plantar. La fascia plantar es el tejido conectivo, parecido a un ligamento, que recorre la base del pie entre la terminación de los dedos (metatarsianos) y el talón (calcáneo).

Es una estructura de soporte cuya función principal es estabilizar la bóveda plantar durante la marcha, elevando el arco del pie tirando del hueso del talón cuando este se despega del suelo, de manera que absorbe el impacto evitando el hundimiento excesivo al tensarse en el momento del apoyo del pie en el suelo.

La fascia plantar dará forma a nuestros pies; si es larga tendremos un pie plano, si es corta elevará el arco del pie presentando un pie cavo.

(* En algunos textos encontraréis aponeurosis como sinónimo de fascia; pero no son lo mismo).

Cuando se produce la inflamación de la fascia plantar, se generan desde simples molestias a un dolor profundo y rigidez en la parte inferior del pie, afectando especialmente al borde interior del talón y el largo del arco interno en la zona media del pie, llegando en casos muy extremos al desgarros de los tejidos afectados.

Si la fascitis plantar se vuelve crónica el cuerpo puede reaccionar para protegerse creando una calcificación de la estructura inflamada solidificándose para evitar el desgarro. Esta calcificación se encuentra localizada generalmente en el talón y se la conoce como "espina de Lenoir" o "espolón calcáneo".



Síntomas

Lo más habitual para sospechar de una fascitis plantar es notar dolor o sensación de ardor en la planta del pie, como un pinchazo en la parte interna del talón al levantarse por la mañana o empezar a caminar. En ocasiones el dolor puede alcanzar el tobillo y los dedos del pie, llegando a ser tan doloroso que se hace insoportable cargar el peso del cuerpo sobre el pie afectado. Estos momentos tan localizados de dolor se deben a la retracción que sufre el tejido durante el descanso.


Tras un rato caminando se puede notar mejoría ya que el tejido se calienta, pero reaparece cada vez que se reinicia la marcha tras un periodo de reposo (aunque sea breve).

Presionar sobre el talón o extender la planta del pie, estirando de los dedos hacia nosotros también provoca dolor y nos avisaría de una posible fascitis plantar.

Además puede aparecer edema en el calcáneo y alteraciones en los patrones de la marcha generando problemas en otros componentes corporales siguiendo un patrón ascendente; rodillas, caderas, pelvis y toda la columna vertebral, llegando incluso al cráneo.


Si se presentan los primeros síntomas de la fascitis plantar (como inflamación que es) es aconsejable empezar a tratarla uno mismo antes de acudir a un profesional, minimizando de esta forma los daños que se pudieran producir.

La aplicación de hielo vale para controlar cualquier tipo de inflamación en los primeros momentos.
Minimiza la inflamación.

Para ello podemos utilizar sencillos métodos:

  • Usar frio, haciendo rodar una botella de agua congelada con la planta del pie. Es aconsejable realizarlo dos o tres veces durante las 24 primeras horas de sentir las molestias. El frio contendrá hasta cierto punto la inflamación, evitando rotura de tejidos si la inflamación es muy aguda.

  • Estiramientos de la musculatura que inserta en el tendón de Aquiles.

  • Ingesta de antiinflamatorios; al ser posible naturales. No vayamos a arreglar la fascitis y nos estropeemos el estómago.

Causas

La complejidad estructural del pie le aporta mucha flexibilidad y resistencia, permitiéndonos realizar gran cantidad de movimientos, pero toda cara tiene su cruz, y cuanto mas complejo es un sistema mas fácil es que algo falle.

Para poder realizar toda la gama de movimientos adecuadamente y en toda su amplitud, es importante que no haya ninguna restricción mecánica en el pie. Si algunos de los componentes del pie, sean huesos, tendones, ligamentos o fascia, están bloqueados, el resto del conjunto se verá afectado provocando distintos problemas.

Normalmente los bloqueos que alteran la mecánica del pie tienen su origen en otros sistemas de compensación o articulaciones de paso, debido a efectos de la gravedad y mecanismos de confort que nuestro cuerpo va adaptando.

El estrés biomecánico generará problemas antes o después.
Mucho arte y tal; pero sano no es.

Por desgracia es bastante común, por malos hábitos que tenemos asumidos, que el pie tenga zonas de tensión continua y de roce, que van desgastando la estructura. En el caso que nos ocupa de la fascitis plantar, esta sobrevine cuando sometemos al talón a un estrés continuado llegando a generar microrroturas en la fascia.


Entre las acciones directas, por hábito o necesidad, que pueden generarnos la fascitis plantar encontramos:

  • Pasar mucho tiempo de pie.

  • Posiciones forzadas de manera repetitiva.

  • Excesiva actividad física o deportiva; sobre todo correr largas distancias en terrenos de superficie desigual y muchas pendientes.

  • No estirar o hacerlo de forma inadecuada.

  • Uso de calzado inadecuado o defectuoso.

Entre las causas fisiológicas que pueden provocarnos la fascitis plantar encontramos:

  • Alteraciones del arco del pie (plano o cavo) que generan pronación o supinación excesiva.

  • Flexión del tobillo limitada.

  • Debilidad general de la musculatura del pie.

  • Enfermedades concomitantes como; artritis, diabetes, gota...

  • Exceso de peso.

  • Debilidad del sóleo; este músculo se sitúa por debajo del gemelo y se encarga de la flexión de la planta del pie. Si por algún motivo este músculo no realiza adecuadamente su función, nuestro cuerpo intentará suplirlo modificando el paso y generando otro tipo de patologías.

  • Edad; conforme envejecemos la fascia plantar va perdiendo elasticidad. Además la musculatura que participa en el movimiento del tobillo y pie también va perdiendo su fuerza, y la capacidad de regeneración disminuye. Incluso la capa de grasa presente en el talón también disminuye y deja de amortiguar gran parte del impacto recibido por el pie, favoreciendo la aparición de lesiones en la fascia.

  • Tensión excesiva de gemelos y/o tendón de Aquiles; la fascia plantar forma parte de la cadena miofascial posterior, es decir, es continuación del tendón de Aquiles y aponeurosis del gemelo, sóleo e isquiotibiales. Una tensión excesiva o sobrecarga muscular a este nivel puede repercutir a distancia en la planta del pie.

  • Alteraciones o bloqueos de la articulación subastragalina o de los metatarsianos; pueden influir en la patología por ser zona de inserción directa de las fascia.

Además existen factores nutricionales que pueden influir en la fascitis plantar, al igual que en cualquier inflamación que ocurra en el organismo. Por ejemplo, un exceso de proteínas de origen animal o el consumo de lácteos, genera un estado de acidosis muscular que contribuye a la perpetuación de la fascitis. O también un déficit de elementos antioxidantes o ácidos grasos poliinsaturados que tienen en el organismo una acción antiinflamatoria.


Tratamiento osteopático

Nuestro cuerpo está sometido a una gran variedad de fuerzas que mal gestionadas son el origen de desequilibrios articulares que terminan provocando distintos tipos de patologías. De hecho, estos desequilibrios se empiezan a fraguar en nuestra juventud, porque la biomecánica de nuestro cuerpo se desarrolla durante la infancia y la adolescencia, con factores basados en el estilo de vida, malas posturas y posiciones repetidas de manera constante.

Y es aquí dónde la visión holística de la osteopatía es de gran ayuda aportando una visión más amplia al contemplar otras posibles causas, mas allá de las evidentes. El osteópata se esforzará por encontrar el foco del problema, por hallar el desequilibrio que ha provocado la fascitis plantar. Para ello realizará un análisis previo para revisar la postura, las cadenas musculares y fasciales que hayan podido generar la patología o que hayan sido afectadas por la misma. También revisará las posibles alteraciones funcionales de algunas estructuras viscerales que tengan una inervación común a la fascia, o a la zona de los gemelos (gastrocnemio y soleo) como puede ser la vejiga, el intestino, los riñones o el útero.


Aunque la mejoría de los síntomas suele ser rápida, y notarse desde las primeras sesiones con el osteópata, la recuperación total de la fascitis plantar puede ser lenta, con un periodo de recuperación que oscila entre 3 y 18 meses. Siendo importante seguir el tratamiento hasta que el dolor remita. Si el tratamiento se inicia en las primeras 6 semanas mejora el pronóstico y se evitan recaídas.


En osteopatía el tratamiento directo consiste en dos medidas relativamente sencillas; la aplicación de maniobras antiinflamatorias y la ejecución de ejercicios de estiramientos para toda la musculatura del pie, tobillo, pierna y muslo.

En ocasiones, cuando se han visto dañadas otras estructuras es necesario realizar maniobras de liberación articular para restablecer la movilidad.


También resulta muy útil la aplicación de vendajes que sujetan el pie, asegurando que se pisa correctamente sin realizar ningún movimiento repetitivo que agrave la lesión, ya que para proteger la zona lesionada, al caminar se tiende a pisar de distinta forma, apoyando el peso en otras zonas que finalmente también resultan perjudicadas.


Como último recurso, si el daño es muy extenso y grave se recurre a la cirugía.


Espero que esta información os sea útil.

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