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Síndrome del intestino permeable

La permeabilidad intestinal es la propiedad y capacidad que tiene el intestino delgado de permitir el paso de nutrientes e iones, bloqueando el paso de sustancias tóxicas al torrente sanguíneo que pueden dañar el organismo. El síndrome del intestino permeable es la alteración de esta permeabilidad, cuando la pared del intestino delgado se ve afectada permitiendo que sustancias y microorganismos indeseados lleguen a la sangre.

Se trata de una patología de difícil diagnóstico ya que los afectados pueden presentar síntomas tan dispares como diarrea, cansancio, cefalea, intolerancias alimenticias, hinchazón abdominal, dolor artícular... y todo ello sin causa aparente.

Un buen intestino y buena salud son sinónimos.

El síndrome de permeabilidad intestinal es un descubrimiento bastante reciente, que afecta cada vez a más personas, sugiriendo las investigaciones epidemiológicas que podría estar relacionado con el estilo actual de vida de la población, con una dieta inadecuada basada en productos y no en alimentos (baja en fibra, alta en azúcares, productos procesados, consumo de alcohol y otras sustancias), alta exposición a fármacos y situaciones de estrés con diverso origen. A todo esto añadiremos un fuerte desencadenante ambiental, ya que menos del 10 % de las personas con mayor susceptibilidad genética desarrollan la enfermedad.


Estas alteraciones intestinales podrían afectar a muchas más personas de las que hay documentadas, debido a que la lenta insurgencia de estas enfermedades provoca que muchas personas aprendan a vivir de manera "crónica" con estas alteraciones.

Cada vez existe más evidencia de que esta alteración está detrás de enfermedades autoinmunes, cánceres, enfermedades nerviosas, inflamatorias, alergias...

Por todo ello, se hace necesario abordar la patología desde un punto de vista integral para devolver el equilibrio homeostático a los sistemas fisiológicos alterados, restituyendo la correcta función de la microbiota intestinal.


Para ponernos en situación, debemos saber que el intestino delgado ocupa desde el estómago hasta el colón, y se divide en tres partes: Duodeno, Yeyuno e Íleon. Mide entre 3 y siete metros de longitud, y si lo desplegamos, llega a ocupar entre 400 y 600 metros cuadrados.

Ahora, cuando veas a Nadal jugar pensarás en tu intestino delgado.
Tu intestino delgado tiene el área de una pista de tenis +-.

Es un sistema fisiológicamente permeable, dónde realmente tiene lugar la digestión y la absorción de nutrientes y minerales.

Si viéramos un corte transversal del intestino delgado encontraríamos cuatro capas: mucosa, submucosa, muscular y serosa.




La mucosa; se subdivide en tres láminas:

Epitelio intestinal, denominado también membrana mucosa (lo que lleva a veces a confusión).

Lámina propia, una capa un tanto difusa de tejido conjuntivo en el que se insertan las células epiteliales de la membrana mucosa. La lámina propia se encuentra atravesada por finos vasos sanguíneos y fibras nerviosas. Alberga además el tejido linfoide asociado al intestino, que es la barrera de defensa inmunitaria frente a los patógenos del intestino.

Mucosa muscular, es una fina capa de músculo liso que se encuentra entre la lámina propia y la submucosa.


La submucosa; es una gruesa capa de tejido conjuntivo, al que debe la pared del intestino delgado su elasticidad. Contiene vasos sanguíneos y linfáticos cuyas ramificaciones se proyectan hacia la mucosa y hacia la capa muscular más externa. La submucosa también alberga una red nerviosa, llamada plexo submucoso o plexo de Meissner.


La capa muscular; se encuentra en el exterior de la submucosa. En la mayor parte del intestino delgado esta capa tiene dos subcapas, una interna, circular, y otra externa, longitudinal. La contracción de la subcapa interna provoca la constricción del tubo allí donde se produce, mientras que la contracción de la exterior provoca el acortamiento del tubo. La contracción combinada y coordinada de ambas subcapas es lo que produce la mezcla de los contenidos intestinales y su propulsión a lo largo del tubo. Entre ambas subcapas se encuentra otra red nerviosa; el plexo mientérico, que junto al plexo submucoso ayuda a regular la actividad intestinal local.


La serosa; es la capa de tejido conjuntivo que cubre el tubo digestivo. Secreta un fluido seroso de efecto lubricante que previene la fricción entre el aparato digestivo y los órganos adyacentes. No hay discontinuidad entre la serosa y el mesenterio que ancla el tubo digestivo a la pared de la cavidad abdominal.


De todos estos componentes, el principal (para el objeto del artículo), es el epitelio intestinal.

Es una lámina epitelial interior que proporciona separación física a nuestro cuerpo entre el exterior y el interior.

Esta superficie es la principal barrera protectora del cuerpo humano frente al exterior (la segunda es la piel). Se compone de células exocrinas (secretan jugos digestivos), endocrinas (secretan hormonas) y epiteliales; los enterocitos, especializadas en la absorción de nutrientes a través de unas vellosidades dispuestas para dicho uso.

El sellado del espacio entre los enterocitos está mediado por uniones de proteínas que permiten el paso de nutrientes de manera selectiva, no dejando pasar moléculas que tengan un tamaño mayor de 50 Armstrong.

Corte transversal de un enterocito

Para que los enterocitos funcionen correctamente y puedan proceder a su regeneración constante, necesitan aporte energético, y este les viene dado por un aminoácido; la glutamina. Siendo esta, considerada como la responsable de la integridad de la mucosa intestinal.


Cuando ingerimos alimentos, el sistema intestinal genera una inflamación fisiológica normal, pero cuando el epitelio de deteriora, quedando las uniones de los enterocitos rotas, el sistema intestinal se queda en estado de alerta continúa (crónica) generando inflamación y liberando anticuerpos, aparte de permitir la entrada en sangre de sustancias no deseadas. Estos anticuerpos no son específicos al 100 %, por lo que en la mayoría de las ocasiones acaban confundiéndose y atacan a nuestras propias estructuras, causando hinchazón e incluso pudiendo conducir al desarrollo de procesos autoinmunes (hipotiroidismo, ELA, EM, Lupus).

A parte de las consecuencias de la inflamación crónica, y dependiendo del sistema (nervioso, hormonal, inmunitario, articular, etc.) al que lleguen las sustancias tóxicas que traspasen la barrera, la persona puede sufrir diversas patologías.


Para tener una barrera intestinal saludable es fundamental: la correcta expresión de las proteínas que forman parte de las uniones estrechas de los enterocitos (ocludinas, claudinas, zonula-occludens, cadherina, etc.), niveles adecuados de zonulina que modula la apertura de estas uniones, así como, una capa de moco saludable y una microbiota en equilibrio.


Causas

Mala alimentación

Las dietas occidentalizadas que incluyen productos alimenticios con innumerables aditivos y los hábitos de vida actuales, como el sedentarismo o el estrés, han demostrado dañar la barrera intestinal y favorecer el exceso de permeabilidad. Por supuesto, tóxicos como el alcohol o, incluso ciertos fármacos, tienen un efecto muy dañino en la función de barrera del intestino.

Alimentarte mal pasa factura

Las dietas exentas de fibra y de alimentos fermentados y, a la vez, muy ricas en proteínas animales, azúcares simples y grasas vegetales, un consumo excesivo de alimentos precocinados, abuso de edulcorantes artificiales, ingesta de alimentos con nitratos, mercurio y otros metales pesados, imposibles de eliminar por el organismo, pueden desencadenar el síndrome de intestino permeable y/o disbiosis (desequilibrio de la flora intestinal).

Algunos de los compuestos de los alimentos que han demostrado ejercer un efecto negativo sobre la barrera intestinal son:

  • La fructosa parece alterar las uniones estrechas. De hecho, se suele recomendar limitar el consumo de fructosa en personas con síndrome de intestino permeable.

  • El gluten, que encontramos en algunos cereales como el trigo, ha demostrado estimular la liberación de zonulina. Esta proteína modula la apertura de las uniones estrechas y favorece la hiperpermeabilidad intestinal.

  • La gliadina, proteína que forma parte del gluten,

Independientemente de la predisposición genética, es decir, tanto en celíacos como en no celíacos, hay una relación directa entre el consumo de trigo y la pérdida de integridad de la mucosa. Esto se produce a causa del desequilibrio microbiano que genera, y por ello cuando hay sintomatología inflamatoria intestinal, se limite su consumo.


Los considerados “antinutrientes”:

  • Las saponinas, presentes fundamentalmente en legumbres. Esta sustancia es la responsable de que aparezca “jabón” cuando lavamos las legumbres y para evitar su impacto sobre la mucosa intestinal hemos de limpiar bien la legumbre hasta que ese jabón desaparezca totalmente.

  • Los fitatos y la lectina también están presentes en legumbres y otros alimentos de origen vegetal. La acción negativa de estas sustancias se da cuando no hay un correcto cocinado, ya que bloquean la absorción de algunas proteínas y causan daño en la pared intestinal.

Estrés

Otra de las causas que más se relaciona con esta alteración es el estrés, el cual es una respuesta natural y necesaria del organismo; es adaptación. El problema aparece cuando es mantenido en el tiempo, y la consecuencia más inmediata es la ruptura de la correcta comunicación bidireccional entre cerebro e intestino provocando inflamación en la mucosa intestinal.


Infecciones virus y bacterias

Se puede ver en analítica de heces o sangre. Si hay infección, el pH se altera generando inflamación separando los enterocitos y produciendo daños en la mucosa y epitelio.


Falta ácido clorhídrico

La hipoclorhidria o falta de ácido clorhídrico en el estómago impide que se forme bilis, que actúa como antibiótico y antiparasitarios, dificultando la correcta digestión.

Si se presentara el caso, es buena alternativa tomar betaína antes de las comidas.


Falta de descanso

Dormir poco genera que nuestra glándula suprarrenal libere cortisol. Como consecuencia de la liberación de esta hormona, puede haber pérdida del colágeno de las vellosidades intestinales, provocando una baja absorción de nutrientes y pudiendo repercutir en nuestros niveles de energía.


Abuso de fármacos

Hacer un uso inadecuado de antiinflamatorios, aspirinas, corticoides y antibióticos tiene un impacto negativo sobre la mucosa intestinal. La flora intestinal se desestabiliza y se producen alteraciones en la microbiota intestinal, generando inflamación y que generalmente acaba desarrollando permeabilidad.


Prevenir / reparar el intestino permeable

Como se detalló al principio, la dieta occidental actual no se caracteriza por ser saludable, al contrario juega en nuestra contra. Por ello vamos a recordar algunos de los componentes que nos ayudarán a mantener (o reparar en la medida de lo posible) un intestino sano.


Agua

El agua es esencial para permitir la adecuada hidratación celular y el control de la temperatura, siendo además el componente principal del moco, y ya hemos visto la importancia del moco intestinal.

Debemos tomar el suficiente agua (lo de 2 litros al día es una falacia) y para ello un buen método es tomar pocas cantidades a cortos intervalos aunque no se tenga sed, ya que somos incapaces de detectar y percibir bien una posible deshidratación, y solo con un 1 % menos de agua en nuestro organismo ya se pueden generar alteraciones de la funcionalidad intestinal.


Las grasas son uno de los nutrientes esenciales para el ser humano, siendo un componente básico y fundamental de muchos procesos fisiológicos. Los ácidos grasos componen la membrana de las células de todo el cuerpo así como las del intestino, y pueden, según su tipología, favorecer o no el correcto “filtro celular” de los enterocitos, así como la producción de moco y otras sustancias como las sales biliares, que median en la correcta absorción de la grasas.

Las grasas "buenas" son fuente de salud.

Las grasas, según su naturaleza pueden constituir un factor pro- o antiinflamatorio. Los omegas-3 y 6 se consideran esenciales por su función en procesos de inflamación, y es necesario su aporte en la dieta, en un balance de 1:4 respectivamente, mediante el consumo de determinados alimentos. Pero también los fosfolípidos, presentes en la soja, la colina, presente en huevos, carnes, pescados, y sus derivados, en productos vegetales, así como algunos ácidos grasos no esenciales.






Proteínas

Casi totos los procesos biológicos son posibles y rápidamente alcanzables gracias a unas clases particulares de proteínas; las enzimas, que son los constituyentes principales involucrados en las reacciones químicas de nuestro organismo.

Las enzimas presentes en el tracto gastrointestinal se encargan de descomponer los alimentos, y se dividen en tres grupos, cada uno de los cuales se especializa en diferentes nutrientes:

  • Las peptidasas o proteasas descomponen las proteínas.

  • Las amilasas descomponen los carbohidratos.

  • Las lipasas descomponen las grasas.

Además, las proteínas en general, son las que mantienen todas las estructuras "rígidas" de las células y de la producción de anticuerpos. Siendo las células intestinales las que más veces mueren y se regeneran, por lo que el aporte proteico es indispensable. Esto nos hace entender la importancia de este macronutriente, ya que en caso de déficit, el cuerpo intentará ahorrar las proteínas para funciones más importantes, dejando de lado la producción de las moléculas citadas anteriormente o la regeneración del epitelio intestinal.


Vitaminas y minerales

La deficiencia de vitaminas y minerales puede afectar de forma directa la actividad intestinal. En la mayoría de países occidentales vivimos en abundancia de alimentos, pero esto no indica que nos alimentemos correctamente (como estamos hartos de decir y escuchar), por lo que podemos atiborrarnos de comida ¿? y estar mal nutridos.

La falta de vitaminas D, C, A, K son las deficiencias mas presentes en la población occidental y los que más se relacionan con alteraciones intestinales.

Esta carencia tiene fácil solución; toma un poco de sol (no; la luz solar no se convierte en vitamina D), come verduras, legumbres y frutos secos, y evitarás la carencia de estos micronutrientes.


Fibra

La fibra no se considera un nutriente, pero dado el papel que juega ayudando a formar y mantener la microflora, se la denomina "prebiótico".

La fermentación bacteriana de esta fibra produce ácidos grasos de cadena corta que son fácilmente absorbidos y utilizados para obtener energía por las células del colon, del sistema nervoso y del sistema muscular. La cantidad de ácidos grasos de cadena corta depende del tipo de fibra ingerida (insoluble o soluble) y el tipo de bacterias que se nutre.

La fibra es indispensable para el control y la absorción de azúcares simples y grasas, las cuales si se encuentran en exceso podrían alterar la función intestinal.

La evidencia científica nos muestra que la microbiota es fácilmente moldeable según nuestros patrones dietéticos. La falta de fibra hace aumentar bacterias patógenas, que alterarían la actividad intestinal.

Por último, y no menos importante, decir que aunque la mayoría de las enfermedades intestinales se beneficia de la fibra, existen algunas alteraciones que requieren, en un principio, una supresión de esta.


Los probióticos son microorganismos vivos (hongos y bacterias) que viven en todo nuestro tracto intestinal, aunque la mayor cantidad se encuentra en el intestino y el colon. La mayoría de estos microorganismos son inocuos y además son muy importantes en para la correcta función y salud intestinal y del resto del cuerpo. Estos microorganismos benéficos nos ayudan a digerir lo alimentos, producir vitaminas, metabolizar sustancias toxicas, producir sustancias que ayudan a los procesos químicos de todo nuestro cuerpo y ayudan en la reparación intestinal.

Kéfir

Incluir alimentos ricos en probióticos, como chucrut o kéfir, nos va a permitir alimentar a nuestras bacterias intestinales y generar mayor diversidad. Además, en el mercado actualmente podemos encontrar yogures vegetales con fermentos que también son buena fuente de probióticos.






Polifenoles

Prácticamente, todas las enfermedades crónicas, y por tanto también las intestinales, se relacionan con una excesiva producción de moléculas inflamatorias, dando lugar a la inflamación crónica de bajo grado. La inflamación puede ser tanto causa como origen de las disfunciones intestinales, por ejemplo la obesidad, diabetes mellitus y otras enfermedades crónicas. Cada vez está más claro que, independientemente del origen de la alteración intestinal, la presencia de estas moléculas inflamatorias perpetúan y agravan sustancialmente la enfermedad.

Los polifenoles, moléculas presentes en las plantas, pueden resultar muy interesantes para disminuir esta inflamación, permitiendo a la células intestinales recuperar su función fisiológica.

De estos polifenoles, los más interesantes son la quercetina, contenida en cebolla, manzana y la piel de muchas frutas, y los curcuminoides presentes en la cúrcuma y el jengibre.


Ayuno intermitente

El ayuno intermitente ha demostrado tener un papel importante en los procesos intestinales. La sobrealimentación que nos autoimponemos de forma absurda hace que nuestro intestino esté siempre trabajando y en contacto con los nutrientes.

El intestino necesita descansar, y como los otros órganos corporales, también se beneficia de la autofagia celular, permitiendo a las células intestinales regenerarse correctamente y prepararse para una nueva comida.







Espero que esta información os sea de utilidad.

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